De mi corazón a tus oídos

Eres tan difícil de olvidar a pesar del tiempo, parece que sigues ahí, ya sin tocarme, sin siquiera voltear a verme. Y es que la distancia fue complicada, por eso paso lo que paso, no echemos la culpa a ninguno de los dos, que bien en cualquier momento alguien de nosotros se pudo levantar y decir: “No quiero que nos alejemos, luchemos por esto, luchemos por aquello” pero a ninguno se le ocurrió. Ya coincidiremos en el futuro, vaya mierda poética que puede calmar al corazón casi por la eternidad de un segundo. Y es que cuando esto sangra no vuelve a parar, no se va a estabilizar, o es que tal vez estoy siendo tan pesimista que nos declare muertos desde el primer segundo en el que nos dijimos adiós.

Solo quisiera que estuvieses aquí, nunca te toque, pero supongo que así sentía el cielo, supongo que, aunque tus ojos no fueran azules se podía percibir un mar de ilusiones. No nos hagamos tontos que ni tu me has olvidado, ni yo te he olvidado, porque, aunque pase el tiempo, yo te seguiré escribiendo, aún desde mi tumba me haré presente, me verás ahí, a un costado de ti, y desearás haberme amado más. Y apuesto que lloraré por querer tocar, aunque sea la punta de tus manos.

Eres un amor difícil de olvidar, cuántas canciones nos habremos dedicado, cuántas cartas habré escrito, cuántas raíces clavamos en el corazón. Aún miro al vacío y parece que allá arriba hay una terraza donde posiblemente habremos sido amor, donde nos formamos como amigos, y claro que no somos enemigos porque apostamos por la física, que había sido tan moderna. Cuántas veces no quise levantar el teléfono para marcarte y decirte que todo fue una mala pesadilla que se había soñado al mismo tiempo entre los dos, empezar un nuevo amanecer, planear un viaje a Grecia sin querer. Fue por eso por lo que nuestra alma parecía dinamita cuando nos veíamos pasar, simplemente al sonar una canción lo único que queríamos era bailar, porque entre tú y yo aprendíamos a querernos cada día que pasaba.

Acuérdate de mí porque esto no se va, ya lo dije, somos un amor, difícil de olvidar. Me preguntaste ¿A dónde vamos? Parecía que íbamos a San Lucas a perdernos en el amor eternamente porque éramos un sueño juvenil porque teníamos ese no sé qué que nos enloquecía. Y ahora solo es un recuerdo. Vayamos a vivir lo que nos resta de la vida, porque estoy seguro de que, si en tu corazón aun queda un rastro de mí, nunca me vas a olvidar, y yo nunca te voy a olvidar porque decidí enmarcar la raíz que dejaste en mí, no para no volverme a enamorar, no me confundas sino para cumplir aquella promesa de contarles a mis hijos que alguien en mi juventud me hizo tan feliz.